21 de noviembre de 2013

El Poder del Silencio

Todos conocemos, en mayor o menor medida, los efectos y el poder de las palabras. Mucho se ha escrito al respecto. Pero no voy a hablar de eso aquí, mas bien todo lo contrario. 

Muchas veces hemos oído hablar de personas, generalmente practicantes de alguna religión, que deciden hacer voto de silencio. Aquí debemos entender, desde el punto de vista religioso, que un voto es como una promesa, un compromiso que adquieres contigo mismo. El voto de silencio es cuando uno decide voluntariamente no hablar. Pero porque?
No he tenido oportunidad de conocer a nadie que lo haya realizado y que me explique para que sirve o que efectos y beneficios tiene. Tampoco me voy a dedicar a buscar información por internet para haceros un resumen aquí, eso lo podéis hacer vosotros.

Lo que sí puedo hacer es compartir una experiencia que tuve hace poco, algo que el principio me parecía un gran problema y que acabó siendo una oportunidad de aprender una lección. 

Todo empezó hace cosa de un año más o menos, soy propenso a padecer de anginas y no me sorprendí cuando al llegar el frío noté que mi garganta no estaba bien y mi voz se resentía. Fui al médico y me recetó los antibióticos de rigor, que yo me tomé con el mismo rigor. Pero pasaban las semanas, los meses y lejos de mejorar, aquello empeoraba.
Se fue el invierno y llegó el buen tiempo, comprendí que no eran unas anginas y no era por causa del frío, porque estaba cada vez peor. Así que fui por segunda vez al médico, le expliqué detenidamente lo que me pasaba y me dio cita con el otorrinolaringologo para que me examinase.
-Tienes un señor pólipo en las cuerdas vocales, quieres verlo? Me dice la doctora.
Después del examen me explicó que eso había que quitarlo y me preparó los papeles para la operación de cirugía. 
Salí del médico con una preocupación importante, pues me había dicho que después de la operación tendría que estar como mínimo unas semana sin hablar, para que las cuerdas vocales pudiesen curar bien. 
Afortunadamente la operación fue bien y ese mismo día ya estaba en casa comiendo, pero con una semana de "voto de silencio involuntario" por delante... 

Se me antojó un gran problema, no es lo mismo estar en un monasterio en medio de las montañas dedicando el día a meditar y poco mas, que vivir en una ciudad teniendo unas obligaciones que cumplir y gente con la que relacionarte a diario. 
Por suerte puedes comunicarte sin necesidad de hablar, pues el habla no es la única vía de comunicación que existe, hay muchas formas de conumicación, sobre todo con la tecnología que tenemos a nuestro alcance hoy día.
Aun así no poder hablar dificulta bastante la tarea, es mucho mas fácil y rápido hablar que escribir. Con el paso de los días me fui dando cuenta de la cantidad de cosas que decimos al cabo del día que son totalmente irrelevantes e innecesarias, como hablar es gratis... o no lo es?

Las palabras tienen poder porque son una emisión energética, que se proyecta desde nosotros hasta el/los receptor/es, y no es ningún secreto que pensar demasiado y hablar mas de lo necesario provoca un desgaste energético en nuestro cuerpo. Por lo tanto al no hablar no gastas la energía que se pierde hablando de cosas vanas. 
Pero no es solamente eso, la emisión energética en forma de ondas sonoras va "cargada" con la frecuencia emocional que tenemos nosotros en ese momento. Eso no solo afecta al que escucha, sino que en nosotros mismos se refuerza esa emoción. Como si al hablar se autorecargase, por decirlo así. Pasaban los días y además de darme cuenta de la cantidad de energía que desperdiciamos parloteando, pude experimentar un cambio en mi estado de ánimo a consecuencia de mi silencio.

Si al hablar gastas energía, cuando no hablas lo lógico que, al no hacerlo, en lugar de gastarla se conserva en nosotros. Pude comprobar a los pocos días, que estaba mas tranquilo y calmado, que mis emociones se sosegaban y experimentaba mas momentos de paz a lo largo del día. 
Pero ahí no se acaba la cosa, cuando realmente me dí cuenta de todo eso, fue cuando pude volver a hablar. Sorprendido, fui consciente del cambio sutil en nuestro estado de ánimo que se produce al hablar. Sobre todo un día que, al insultar a un conductor con el que casi tengo un accidente, pude comprobar como la ira crecía descontroladamente, azuzada por las palabras que estaba pronunciando.

Aquello me dejó pensativo mucho rato, ser consciente de aquella reacción en mí era algo nuevo e inesperado, darme cuenta de los cambios que, inconscientemene, se suceden uno tras otro cuando hablamos fue casi un shok. Desde entonces intento estar atento a lo que digo y al cómo lo digo. Pues de la intención es de donde surge la energía que proyectan nuestras palabras y pensamientos, dándoles amabilidad, reproche, ira, burla o lo que sea que estemos pensando cuando hablamos. Quién no ha dicho algo de lo que después se ha arrepentido, o dado una respuesta distinta a la que realmente querías dar. Así, es mejor callar e intentar respirar hondo, que dejarnos llevar por el torrente de palabras que va surgiendo de nosotros, muchas veces incluso sin poder evitarlo. No sólo estaremos ahorrándole a la persona receptora que reciba toda nuestra negatividad, que saldrá junto con las palabras, sino que, además, ahorrarás energía al no gastarla con malas palabras. 




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